Se acababa su ultimo cigarrillo y era hora de dormir, pero tras muchas vueltas en la cama se dio cuenta de que no podia coinciliar el sueño, por lo que tomó su abrigo, saco las llaves y con unos audifonos de los que salian extrañas melodias, cerró la puerta tras de si y comenzó a andar. el frio le calaba los huesos pero por alguna extraña razon se sentia bien, y no deseaba estar en otro lugar que no fuera ese. Sin darse cuenta llego a aquella biblioteca donde solia leer esos libros que tanto le gustaban, esos que lo sacaban de este mundo para llevarle a un lugar de ensueño. se sentó en una banquita cerca de ahi y miró al infinito, sus ojos no tenian rumbo fijo y divagaban por las vitrinas cerradas y las calles vacias. El cielo sin luna ni estrella alguna lo llamaba a perderse en la nada, los edificios parecian venircele encima y una que otra gota seguramente producto de la humedad le hacian volver la vista al suelo. De pronto la musica dejo de sonar, y sintio el abrumador silencio de la noche, fue entonces cuando cayó en cuenta de que estaba solo.
Una noche de lluvia, en un estado completamente depresivo, comía chocolates escuchando la canción mas triste del mundo sobre amores no correspondidos, fue ahí cuando empecé a preguntarme cuanto valor se necesita para decirle a otro que lo quieres, no como un amigo, no como un hermano, si no como hombre. Cuanto me costaría sacar de mi boca un simple "me gustas”, y llegué a la conclusión de que para mí, resulta imposible.
Siempre me ha tocado dar consejos y hablar sobre los temas del amor, pero cuando me toca a mí, todo se va al maldito infierno y me doy vueltas y vueltas en un torbellino de confusiones y preguntas personales que terminan quitándome el tiempo de hacer lo que de verdad debería. Se van las horas pesando cuándo, dónde y cómo hablarle y aunque suene lo mas estúpido del mundo, lo triste es que así están las cosas, sin darme cuenta ya ha pasado el momento y nunca lo aproveché, el miedo al rechazo hace que todo lo que siento se quede guardado en el archivo mas recóndito y que nunca salga a la luz. Pensar antes de actuar no siempre es lo más sensato, y lo digo porque me la paso llenándome la mente de los posibles finales que podría tener la situación, me doy vueltas en la cama sin poder dormir del nerviosismo que esto produce, trato de buscar la lógica, el porqué de mis reacciones, y aunque termino encontrando las razones no me convencen y no puedo poner mis planes a andar, claro, saco en limpio completos diálogos para enfrentar las situaciones que se podrían venir, pero ¿qué saco si cuando tengo en frente a quien produce todos estos embrollos en mí, no puedo más que reírme de lo que habla y decir cualquier cosa que desvie la atención?.
Simplemente termino convenciéndome de que nada nunca podría pasar, pero, realmente, nunca podré saberlo a ciencia cierta.
... talvez no deberia decir nada y aunque se vea lejano, simplemente tomar su mano siguiendo ese impulso inconciente.